miércoles, 27 de agosto de 2008

PARDO YA NO TIENE EDAD

Desperté tirado en mitad del despacho que hace las veces de dormitorio demasiado a menudo. La sequedad de la boca me llegaba al esófago y se celebraba una tamborrada en cada hemisferio de mi cerebro. Instintivamente, comprobé si llevaba puestos los zapatos y busqué mi cartera: la encontré más vacía que el corazón de mi ex mujer. Había sido una larga noche de indagaciones por los antros de mi ciudad que jamás recogerá la Guía del Viajero. Andaba tras la pista de la hija de Fonollosa; sí, el importante industrial que acapara las portadas tanto de Actualidad Económica como del Diez Minutos. Me incorporé y me serví una generosa ración de anticongelante, embotellado al modo de bourbon, para aclarar mis ideas o terminar de enmarañarlas. En mi cabeza aparecieron imágenes borrosas de la noche anterior que no era capaz de fijar. Acudí a mi libreta en busca de respuestas, una colección de notas que según avanzan se vuelven menos legibles y una última: CASO CERRADO. Siempre escribo la misma frase cuando doy con la pista que me conducirá al cincuenta por ciento restante de mis honorarios. Sin embargo, no lograba entender mis notas finales y busqué en mi cabeza la última puta pieza del puzle con escasos resultados: no recordaba apenas nada de la noche anterior. Joder, Pardo, pensé, ya no tienes edad para estas cosas.