jueves, 9 de octubre de 2008

DESPEDIDA

A las seis de la mañana, el aspecto de toda ciudad que se precie tiene más que ver con la Noche de los Muertos Vivientes que con cualquier otra clase de vida organizada. Torpes los cuerpos por el abuso de licores, avanzan bamboleándose de lado a lado de la acera, arrastrando los pies de puro cansancio y aturdimiento.

Invisibles para el ejército de zombis, Mario y yo continuábamos con nuestra conversación.

- Corrompe, Mario, corrompe. Pero para a mí ya se me ha pasado el arroz.

- No creas. La corrupción es reversible. Te aseguro que al aire libre estarías tan fresco en un par de semana. A mí me ocurrió. El día que hice las maletas mis tripas estaban a punto de reventar, mis pulmones encharcados de alquitrán y el blanco de mis ojos más amarillo que el orín de mendigo.

- Na, la vida pastueña no es lo mío. No me veo capitaneando un rebaño de ovejas. Echaré el resto en este lodazal y cuando reviente no habrá nadie para ocupar mi puesto; ni falta que hará.

- Mira que eres cafre, Pardo. No te niegues la posibilidad de una vida mejor.

- A mí no es que se me escapen los trenes, Mario, es que me he especializado en verlos pasar. Y no me des la murga, tío. Me alegro de tú hallas salido de esta mierda pero déjame morir a mi manera, jodido Walt Whitman.

- Ja, ja, ja…. Sigues siendo el puto borde de siempre. Tú mismo ¿En qué andas ahora?

- Pues mira, hoy mismo he entregado el rescate del secuestro de Valeria Follonosa ¿te suena?

- Como no recordar las mejores nalgas de la Jet.

- Esa misma. Sin embargo, ando inquieto. Deberían haberla liberado a estas horas y no he tenido noticias de su familia. Algo no encaja en este caso desde el principio. Hay ciertos detalles que me hacen saltar las alarmas.

Nuestros refrescos habían tocado a su fin y el frío se hacía notar. Nos levantamos para unirnos a la procesión de los muertos.

- Nos vemos Pardo. Si te apetece un poco de oxigeno ya sabes dónde encontrarme.

- Descuida, el oxígeno solo me produce mareos a estas alturas. Cuídate, y disfruta tu suerte.

- Lo hago, créeme que lo hago.

Nos dimos un golpe en el brazo como despedida y partimos hacía rumbos y vidas opuestos.