lunes, 17 de noviembre de 2008

FRAY GUILLERMO

Acabé de comer y me arrimé a la barra a tomar un digestivo. El turno de comidas tocaba a su fin y en el asturiano los sindicalistas montaban su habitual timba de mus de todas las tardes. Era el momento en que Antonio cedía los trastos y aprovechaba para comer a su lado de la barra. Mientras, le daba palique:

- Pardo, qué te traes entre manos. El menú de hoy era de los que utilizas para remover la sesera.

- Se me acaba de caer un caso y necesito ideas de cómo volver a empezar. Esto es como cuando te divorcias de la parienta: te parece imposible que pueda aparecer otra.

- Sin embargo, antes o después aparecen. No desesperes. ¿Y qué investigas, pájaro?

- Hasta hace rato un secuestro. Ahora puede que se trate de una fuga. Sin embargo, no acierto con los motivos: la niña lo tenía todo.

- Eso huele a calentón de entrepierna.

- Es posible, pero cuando digo que lo tenía todo incluyo una vida sexual envidiable. Además, pude ver a la chica cuando pensaba que estaba secuestrada y me dejó una impresión extraña. No parecía en plena luna de miel.

- Chico, yo qué sé. Solo soy un camarero.

- Restaurador, Antonio. No te quites mérito, joder. En fin, voy a empezar a fisgar en su círculo cercano, a ver qué saco.

- Mira a ver si de paso pegas un braguetazo. Te iría bien.

Lo del braguetazo me dio que pensar: Quizás lo de Valeria no fuese una fuga en sentido estricto sino una seducción interesada. Parecía difícil que la precoz reina del papel couché se dejara engatusar por algún cubano pichabrava pues los había lidiado por docenas, pero al menos era una hipótesis.

Uno siempre acude a los clásicos, básicamente porque es lo único que me dio tiempo a leer antes de empezar con la mala vida. Recordé a Fray Guillermo de Ockham y su Entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem o lo que es lo mismo: en la investigación nada de pajas mentales, decántese uno por lo más sencillo. Y qué tipo más sencillo que Antonio. Decidí probar suerte.