miércoles, 15 de abril de 2009

LLAMAS

Arrastraba por el bosque el cuerpo de una Valeria semiconsciente. De tanto en tanto, nos adelantaba alguno de los adeptos que escapaban, entre el shock y el colocón. Yo me lo tomaba con calma, aquellos pobres eran inofensivos con el susto que llevaban. Al fondo, las llamas iluminaban la noche mientras devoraban la Granja y sus alrededores.

Por momentos, tenía que detenerme a recuperar el resuello; definitivamente iba a tener que recuperar la forma. En una de las necesarias paradas para respirar, algo me derribo por detrás dando un buen costalazo en el suelo. Lo siguiente fue un madero que avanzaba hacía mi rostro y que apenas logré esquivar. El madero se estrelló contra la tierra del camino levantando una polvareda de cazabombarderos derribado. Al otro extremo, la puta Angeline Shepard con los ojos a juego con su cabello rojo, que se negaba a dejarme marchar. Alzó de nuevo su arma para intentar otro golpe. A juzgar por la expresión de su rostro debía pesar un quintal. Con un torpe juego de piernas, de nuevo pensé en ponerme en forma, conseguí derribarla. Me senté a horcajadas sobre su cuerpo inmovilizándola con mis noventa kilos de peso; mira, a veces va bien no estar tan en forma. La Shephard chillaba como un maldito gorrino. Le asesté una buena bofetada, me desabroché el cinturón y le ate las manos. Comencé a escuchar sirenas, los guardias forestales habían detectado el fuego y venían a toda prisa. Valeria estaba hecha un fardo y Angeline una víbora, era imposible escapar de allí con las dos así que amarré a la Shepard al tronco de un árbol y cargué de nuevo con la chavala.

Por fin alcancé mi coche, eché a Valeria en el asiento trasero y me dirigí hacía Mingorriana. De camino me crucé con varios camiones de bomberos y un coche de la Guardia Civil. Como suele decirse, la había liado parda.