miércoles, 10 de diciembre de 2008

CHAKRAS

Natalia abandonó los Berrocales por el garaje privado yo decidí quedarme un rato terminando una copa. Sin pretenderlo, Natalia me había proporcionado un nuevo dato. Al hablarle del caso Valeria, me comentó que la tarde anterior había tomado café en casa de su amiga Encar, que conoció a la chica en una clase de yoga. Yo ya no sabía si marcharme a Villaconejos o subirme al Himalaya. Opté por la segunda opción: me sentía bastante ligero después de mi encuentro con Natalia.

Como no quería implicarla, opté por indagar por mi cuenta. En contacto con el contable de los Fonollosa encontró un único recibo de setenta euros de la Escuela Vishnudevananda. No parecía ni mucha pasta ni mucha pista pero decidí asomar por allí. Afortunadamente, la puerta permanecía abierta en gesto de buena voluntad y pude husmear un rato antes de ser sorprendido: mi aspecto no colaba como yogui. No encontré nada fuera de lo común: un piso de techos altos y suelos de madera, con tufo a incienso, plagado de mujeres tratando de aplacar la ansiedad que les provocaba su matrimonio.

- ¿Puedo ayudarle en algo?- A mi espalda una mujer de mediana edad, larguirucha y algo famélica me estiró la mano.- Soy Hannah, la directora del centro.

- Verá, en realidad sí me puede ayudar. Me llamo Pardo y soy investigador privado. Trato de resolver la desaparición de Valeria Fonollosa y creo que en alguna ocasión vino por aquí.

- Valeria, claro, cómo no acordarse. Lo cierto es que a nosotros también nos sorprendió que viniera a uno de nuestros Amaneceres.

- ¿Amaneceres?

Hannah me hizo pasar a su despacho y ofreció una taza de té verde. La habitación era como un incendio en miniatura, con pequeñas luminarias desprendiendo humo a cada poco.

- Los Amaneceres son el ritual que realizamos una vez al mes: Nos juntamos unas cuantas mujeres y salimos al campo para abrir nuestros chakras y agradecer a la Madre Tierra por el día naciente. Es muy confortante.

- ¿Y Valeria solo acudió en una ocasión?

- Sí. No es necesario ser una iniciada para acudir. Lo cierto es que su actitud respetuosa chocaba con la imagen frívola que teníamos de ella. Fue muy disciplinada en todos los ejercicios.

- Sin embargo, no regresó.

- Verás, hay para quién la experiencia es tan intensa que resulta desagradable.

- ¿Un tal Clemente no participó aquel día?- Hannah me miró escandalizada.

- ¡No! No permitimos asistencia masculina. Es un rito muy íntimo en el que como madres conectamos con la Madre Tierra.

- Curioso.– Apuré el té y al intentar levantarme del cojín donde estaba sentado, sonó un crujido procedente de una de mis extremidades- Joder, tengo los chakras hechos cisco.