miércoles, 24 de diciembre de 2008

NOCHEBUENA

A traición, como una arcada de buena mañana, llegó la Navidad: la ciudad se transformó en un inmenso burdel, llena de farolillos rojos. Son malas fechas para un investigador privado: los clientes piden resultados y el personal se presta poco a colaborar. Habría que torear a Don Emilio con delicadeza.

La tarde de Nochebuena deambulaba por el centro observando como todo se compra y se vende durante estos días. Incluso yo llevaba una bolsa con provisiones: la botella de bourbon que me ayudaría a sobrellevar la estúpida programación navideña, pletórica de duendes y villancicos. Acudí al restaurante de Antonio, que como buen divorciado, alargaba la jornada antes de irse a casa. Comenzamos a beber un güisqui tras otro hasta eso de las nueve, cuando nuestra estampa a ambos lados de la barra resultaba más patética de lo que podíamos soportar. Me despedí de Antonio y marché a casa entre imbéciles con peluca y gorro de Papa Noel que llegaban tarde a sus cenas.

Me serví unos frutos secos por todo acompañamiento y me propuse descubrir lo que escondía el fondo de la botella. Sonó el móvil que descansaba dentro de mi abrigo. Por un momento, dude en levantarme a cogerlo: me encontraba muy feliz en mi sillón favorito, emborrachándome e intentando descifrar la gracia de los cómicos de la tele. Al final me venció la curiosidad que es la única deontología de un detective. Era mi Marta, mi hermana, desde Galicia.

- Hola Maaadta… – Yo tenía la lengua más blanda que el culo de un banquero.

- Joder, Pardo, ya estás borracho.

- He ehtado tomando algo con los compagggeros del trabajo.

- Vete a la mierda, hermano. Hace tiempo que trabajas por libre.

- Venga Maadta, no te enfadeh conmigo en Nocheuena. ¿Qué tal mis sobrinos? Pónmelos que les feligite las fiejtas.

- ¡Ni lo sueñes! Al menos hasta que te comportes como un verdadero tío. No quiero que tengan esa imagen de ti. Hermano, no puedes seguir machacándote de esa manera.

- Eso es fácil de decir, veeejdad Madta. Desde tu hogar pedjfecto, tu trabajo pedjfecto, tu vida peedfecta…

- Mira Pardo, vamos a dejarlo que ya me has jodido unas cuantas Nochebuenas. Te llamaba para que supieras aún que hay quién se acuerda de ti pero ya veo que lo único que te importa es tu autocompasión. Ya hablaremos. Hazme el favor de no seguir bebiendo y vete a la cama temprano: es lo mejor que puedes hacer. Buenas noches.

Colgó.

- Feliz Navidad, heddmanita.

Mi hermana era buena chica. De pequeña siempre terminaba los deberes a tiempo y así siguió el resto de su vida: en la facultad de agrónomos conoció al que sería su marido y no tuvieron inconveniente a la hora de mudarse a Orense cuando sacó las oposiciones. Allí ha criado a mis sobrinos y hace bastante que no nos visitamos. El que mantenga las formas me enternece pero no cambia un ápice mi percepción de que toda vida se puede ir al carajo por una decisión errónea. La mía fue no mirar hacia otro lado cuando investigaba la trama de Atocha. Pensé que me premiarían por descubrir la implicación de varios miembros de la inteligencia nacional y fue al contrario: tejieron una red a partir de falsos indicios y sobornaron testigos para desacreditarme. Me he preguntado mil veces si no les habría resultado más rápido lanzarme viaducto abajo sin paracaídas pero habrían levantado sospecha. Arruinando mi reputación se cargaron toda mi credibilidad y de paso, mi carrera. Y como en una siniestra carambola, aquella jugada arrasó mi matrimonio. Mi carácter se volvió difícilmente soportable y Carlota hizo las maletas. Aunque no siempre fue así, hubo buenas Nochebuenas solos o con nuestros amigos.

Terminé mi botella a mitad de Qué bello es vivir y seguía con Carlota rebotando de un lado a otro de mi cabeza. Joder, qué mierda. Por algún oscuro conjuro no me acordaba de las broncas, los reproches ni las jugarretas durante nuestro divorcio, solo de su olor, su risa, su piel… Agarré el móvil y marqué su número de teléfono.

- “El abonado tiene restringidas temporalmente las llamadas salientes. Le rogamos se ponga en contacto con la compañía para solucionar la incidencia de facturación.”– Aquella locución me hizo recobrar algo de cordura. Nunca me alegré tanto de un impago.

- A tomar por culo– me dije. Enganché el abrigo y me lancé a las calles.