Mario se encontraba enfrascado en lecturas sobre melanocitos cuando sonó el teléfono. Era Pardo.
- ¿Qué pasa, tío? Llevas tres días sin aparecer por aquí. Estaba a punto de avisar a la policía.
- Tranquilo– La voz sonaba extraña por culpa de la cobertura.- He tenido que venir a la ciudad para seguir una pista. No te preocupes por mis cosas regresaré pronto a por ellas.
- Vale, vale, tú a lo tuyo. Vuelve cuando quieras.
- Hablamos.
- Ciao.
Y Mario siguió leyendo tranquilamente.